miércoles, 6 de octubre de 2010

JOSÉ ALEJANDRO PIZARRO SOTO Y EL OFICIO DE HISTORIADOR. Por: Prof Mario Eduardo Valdés Urrutia (Universidad de Concepción)

NOTAS BIOGRÁFICAS A MANERA DE INTRODUCCIÓN

José Alejandro Pizarro Soto nació en Lebu el 3 de marzo de 1923. Fue el primer hijo del matrimonio de Hortensia Soto (oriunda de Lebu) y de Abraham Pizarro (oriundo de Ovalle). Sergio, Cristina y Gabriela Pizarro Soto fueron su hermano y hermanas (1).
A los 6 años de edad en 1929, ingresó a la Escuela Primaria de Lebu, ciudad donde transcurrió su niñez y parte de su adolescencia. En 1935 comenzó sus estudios secundarios en el Liceo de Lebu y como interno en el Liceo de Concepción. Cuando tenia 16 años en 1939, a raíz del traslado de su familia a Santiago finalizó sus estudios secundarios en el liceo José Victorino Lastarria. Posteriormente prosiguió estudios comerciales superiores en la Universidad Católica de Chile en 1945. En 1944 ingresó a trabajar a la Caja Nacional de Ahorros (hoy Banco del Estado de Chile), institución donde trabajo por 18 años, llegando a ser jefe de la sección canje.
En está época conoció a su primera esposa Silvia Silva Robles, con quien tuvo tres hijas (Patricia, Silvia, y Berta Pizarro Silva). De su segundo matrimonio con Hilda Alvarez Bustamante tuvo dos hijos. Posteriormente, de su tercer matrimonio con Marta Millahual Pérez hubo dos hijos: Nelson y Lautaro Pizarro Millahual. (2).
Desde mediados del siglo XX, Alejandro se destaca en el plano intelectual escribiendo articulos para la revista "Centauro", editada por la Caja Nacional de Ahorros Públicos y organizando en esta institución diversos encuentros literarios. En 1962 con los fondos de retiro del banco, instala una libreria en Santiago, en la galeria de Calle San Diego 119. A fines de 1963 da una conferencia sobre la colonia italiana residente, en donde se vincula en una fraternal amistad con Rafael Valentino, quien le ofrece un trabajo en la Industria de Productos Plásticos del Pacifico (PPP), a la cual ingresa como asesor bancario, desempeñándose posteriormente como jefe de personal, para luego ocupar el cargo de gerente general.
En 1970 trabaja como secretario de contabilidad en la editorial LAR (Literatura Americana Reunida) animada por el poeta Omar Lara. La pasión por la historia hizo de Alejandro un estudioso cuya formación es el área autodidacta. En su condición e investigador de la historia, durante su vida, Alejandro no solamente investigó y publicó diversos articulos y tres libros, sino también se dió tiempo para integrar diversas instituciones donde se impulsaba el cultivo de la historia. La lista es larga. Démosle un vistazo. Miembro de número director y secretario de la Academia de Historia Militar; Jefe de Hemeroteca Temática especializada (Sala que hoy lleva su nombre): Director y Secretario General de la Sociedad Chilena de Historia y Geografia; Miembro de número del Instituto de Conmemoración Histórica de Chile; Miembro del Consejo Metropolitano de las Tertulias Medinensis, afines de los ochentas; Socio fundador del Centro de Estudios de Documentación Social de la Universidad de Chile; Socio Fundador del Seminario de Estudios Históricos de Bio Bio; Director del salón "Teniente Merino", del Club de Carabineros de Chile; Director de la Corporación "Hijos de Lebu"; Investigador de la Fundación Arturo Merino Benitez; Colaborador del Museo Histórico Nacional; del Museo Histórico de Valdivia y de la revista "Anuario de la Academia de Historia Militar". Pero además, Alejandro colaboró en el montaje de la Exposición: "Un siglo en la historia social de Chile" (1965) y en la Exposición sobre el "Imperio Austro-Húngaro". En 1981 realiza la Exposición Histórica y Cultural de Lebu en los salones del Gran Hotel Rocha de esta ciudad.
Hijo ilustre de Lebu, sus investigaciones sobre su origen lo llevaron a rectificar definitivamente la fecha fundacional de esta ciudad, correspondiéndole el honor de redactar el texto de la placa conmemorativa. Alejandro Pizarro Soto ha recibido el reconocimiento de la Secretaria Provincial de la Juventud de Arauco en 1980, de Los Alamos en 1986 y de Contulmo en 1993. Ha sido distinguido por la Academia de Historia Militar en 1992 y en 1993. La Sociedad Chilena de Historia y Geografia le otorga en 1992 la medalla "Enrique Matta Vial".
Una vida fructifera donde hubo tiempo y espacio generoso para el cultivo de la historia no podia menos que dejar una obra importante en la historiografia nacional. Su obra histórica la comprenden los siguentes titulos: "origen de los cañones que adornan el Palacio de la Moneda"; "origenes de la industria carbonifera en Lebu"; Revista "Inculcar", Coronel, 1987; "La Mocha, la islas de las almas resucitadas", Boletin de Cañete, 1989; "Balmaceda a cien años de su muerte" (1991); "Lebu de la Leufumapu a su centenario, 1540-1962", primera edición 1991; segunda edición por Ed Ñielol, 1994; "Breve historia de Contulmo" en conjunto con Iván Contreras Gutierrez, U del Bio Bio- U de Concepción, 1999; "Chile de la tierra al espacio" Fundación Arturo Merino Benitez, 1997; junto a Rafael Perez Cruzado y José Miguel Pozo; "El mar de Lebu y su leyenda", en conjunto con José luis Pozo; y "Diego Aracena, maestro de vuelo", Fundación Arturo Merino Benitez, 1999.
Pero eso no fue todo.
Fue propietario del archivo quizás más completo existente en el pais sobre el tema carfonifero y además de un archivo personal para el estudio de la historia de Chile conformado por más de 1. 570.000 piezas; propietario de una bibloteca sobre la Gran Guerra y sobre la Segunda Guerra Mundial con más de 2. 500 libros, patrimonio que comenzó a formar en 1949, mientras vivia con su esposa Silvia Silva Robles, en su departamento de Calle Bandera, en Santiago de Chile. Lebu, Concepción y Santiago supieron de la vida de Alejandro Pizarro. Sin duda Lebu y Santiago dejaron en él una huella más profunda. Desconozco la impronta que en él dejara Concepción. Pero Lebu lo vio nacer, conoció de sus primeros pasos, niñez e inicios de adolescente. Santiago fue más bien testigo de su adultez y el sitio donde brotó su obra historiográfica. En ella falleció el 3 de noviembre de 1998, dejando inédita, entre otras obras, una biografia de Arturo Alessandri Palma.

EL TRABAJO DEL ESTUDIOSO DE LA HISTORIA

Alejandro Pizarro Soto fue autodidacta en materia de formación histórica. En una ocasión a fines de los años ochenta, en las Tertulias Medinensis, escuché a su hijo Lautaro que consideraba que su padre sabia tanto como un profesor, aunque no hubiese recibido formación para eso. Estoy seguro que era asi como dijo su hijo. Sus expresiones me hacen recordar el concepto de Profesor Extraordinario que hace unos 35 años o más manejaba la Universidad de Chile. Según este concepto, cualquier profesional titulado que conocia con profundidad otra disciplina o especialidad, podia ser admitido a enseñarla; entonces, un biólogo que por interés y estudio propio llegara a tener profundos conocimientos de literatura mexicana contemporánea, según este concepto, podia eventualmente ser nombrado Profesor Extraordinario de Literatura en la Universidad. Era el caso de Alejandro. Aunque no habia recibido formación histórica en la educación superior, su aprendizaje autodidacta fue acicateado por la curiosidad y llevado de la mano por el estudio riguroso y un tremendo interés por aprender de las fuentes y testimonios del pasado. Sus afanes por conocer lo que habia ocurrido con el pasado del hombre en sus más diversas facetas, terminó por modelar en él un agudo estudioso de la historia e historiógrafo ejemplar.
Alejandro admiraba diversas caracteristicas de la cultura alemana: la disciplina, la seriedad, el tesón con el cual aquél pueblo abordada la vida. Hecho que no debe extrañarnos si consideramos que nuestro amigo estudió en una época en el pais donde diversos maestros alemanes habian dejado su huella educativa influyendo en un capitulo completo de la pedagogia chilena a través del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. En una mirada de conjunto, el quehacer historiográfico de Alejandro Pizarro comprendió prácticamente medio siglo de vida. La diversidad temática en sus trabajos estuvo vinculada principalmente a la historia de su región, donde su Lebu natal ocupó un lugar de privilegio. Por ello no debe sorprender la preocupación por historiar Contulmo o preocuparse del mar de Lebu y sus leyendas, o por el accionar militar y politico del General Cornelio Saavedra Rodriguez en el proceso de ocupación de a Araucania. En su preocupación por los temas de historia regional siguió con interés el trabajo del académico holandes Maurice van de Maele en Valdivia, quien reconstruyó el Castillo San Luis de Alba a partir de un sitio donde no se advertia nada a simple vista.
Pero los temas de interés que cautivaron a Alejandro también se encontraron en los temas de historia politica, ligada a personalidades importantes; de ahi su preocupación por el ex presidente José Manuel Balmaceda Fernández y el ex presidente Arturo Alessandri Palma, (acerca del cual dejó inédita una biografia). Pizarro también se preocupó de biografiar a importantes impulsores de la aeronáutica chilena tales como el Comodoro Arturo Merino Benitez y el General Diego Aracena Aguilar. Desde una perspectiva metodológica, Alejandro escribió textos de historia principalmente descriptivos, muy bien ceñidos al contexto épocas cronológico donde los temas eran abordados. Era muy importante en su forma de trabajo agotar las fuentes de información con respecto a los antecedentes del tema historico, las preguntas o los objetivos perseguidos con la obra. De ahi que sus trabajos tengan invariablemente fuentes escritas e impresas (cartas y documentos de diversa naturaleza, textos notariales, informes oficiales, periódicos, folletos, mapas, planos, fotografias, dibujos, articulos de revistas especializadas, crónicas y libros). Todo el caudal de fuentes y testimonios del pasado eran explorados para ir respondiendo las preguntas que guiaban la investigación. Sin embargo, Alejandro no solamente trabajaba desde una perspectiva neo positivista. En sus esfuerzos por superar la historia de los episodios sencillos, en su madurez participó de la idea de que la historia no sólo debia preocuparse de los grandes hechos o de los grandes hombres que conducen un pais o una comunidad. En efecto, en la presentación de su Lebu. De la Leufumapu a su centenario 1540-1962, Ñielol, 1991, p.6, señaló: "Esta historia de Lebu el autor la ofrece como homenaje a la memoria de la esforzada generación que la fundó y la formó. Al recuerdo de los pioneros del carbón, de sus industriales, de sus comerciantes, de sus gobernantes. Y como su historia no sólo la protagonizaron esos grandes hombres sino que la escribieron todos sus hijos, la ofrezco también al recuerdo de los mineros del carbón, de los balleneros y pescadores de Boca Lebu, de los viejos ferroviarios, todos ellos tan cerca de su corazón por haber compartido sus primeros años de vida entre ellos; a los obreros de Lebu, a los campesinos, a los aledaños, a los humildes, a los anónimos de siempre, a los olvidados hijos de esta hermosa ciudad, que entregaron sus vidas en aras del progreso de su querido pueblo y que hoy yacen enterrados para siempre en las faldas del Cerro Hospital o en las dunas de Boca Lebu norte".
Alejandro estaba convencido de que la historia se escribia para una o dos generaciones de lectores, después de lo cual, sería superada por otros trabajos producto de nuevas investigaciones documentales. Compartimos la sustancia de esta idea. Ya es una cuestión universalmente aceptada que cada generación necesita responder sus propias preguntas con respecto al pasado, producto de sus propias experiencias e inquietudes que van surgiendo en el camino.
Si bien nuestro estudioso se abrió a recoger la contribución del hombre común y corriente a la construcción de la Historia, ello no significó una renuncia a la preocupación del historiador por el individuo. Nunca renunció a considerarlos en sus escritos históricos. En su mencionada Lebu....etc., por citar un caso, al revisar los esfuerzos locales gobiernistas por formar una fuerza militar- la brigada de Lebu-con la cual oponerse al avance de los congresistas, individualizó con nombre y apellido a los trece oficiales de dicho cuerpo. Esta modalidad se repite cuando se formó la primera municipalidad, cuando un empresario buscó carbón y en cuál sector, o bien cúando se formó la primera mutual de artesanos en 1976. Pues bien, la utilidad de esta forma de presentar las cosas reside en que el lector y el estudioso eventualmente pueden pesquisar en los protagonistas secundarios nuevas huellas, aproximaciones o pareceres vinculadas a la materia central por la cual fueron mencionados.
A las anteriores caracteristicas debemos sumar la honestidad intelectual del historiador. Pizarro no fue hombre que escondiera o no utilizara las fuentes que encontraba disponibles para su trabajo. Estuvo muy lejos de hacer una historia militante, interesada en exhibir interesadas visiones o interpretaciones de los hechos. Por otra parte, afirmaba que su principal obra tenia las limitaciones provenientes de los vacios documentales producidos por las destrucciones de documentos públicos que las diferencias politicas en la historia chilena habian generado, las destrucciones documentales provenientes de la húmeda geografia de la región, o la desidia de administradores de empresas o de editores que no depositaban las copias de prensa local en la Biblioteca Nacional, cuando la ley obligaba a hacerlo. Finalmente a Alejandro Pizarro le provocaba desconcierto la indiferencia, el desapego y la falta de interés por la historia exhibida por los descendientes de quienes habian forjado el progreso local en Lebu. Esa carencia de amor por la tradición era la que habia llevado-en su concepto- a muchos de los descendientes de mineros, comerciantes etc, a destruir documentación particular factible de utilizar en la historia local, haciendo más dificil la conservación de su identidad regional.
Debido a lo anterior, hay un mensaje claro que se desprende del trabajo historiográfico de Alejandro: debemos preocuparnos por nuestra historia porque ella es un eslabón insustituible en el reconocimiento y cultivo de nuestra identidad como nación, como ciudadano de un pais, como habitante de una ciudad o de un sector rural, no importando si estás en la aridez de la pampa, el litoral araucano o en el territorio antártico. Afortunadamente, hoy ese es un problema que en Lebu se está enfrentando como corresponde. A nuestro juicio, el motivo que hoy nos reuné aqui es una sencilla manifestación de que se avanza en ese sentido: el cultivo de la historia, el conocimiento de las tradiciones, el reconocimiento de la identidad local, el evocar la obra histórica de un Hijo ilustre de Lebu.

MI AMISTAD CON ALEJANDRO PIZARRO SOTO

Por las necesidades de mi trabajo académico en la Universidad de Concepción, me trasladé a Santiago enn 1987, por dos años. Haciendo un perfeccionamiento acádemico en la Universidad de Chile, la consulta del Archivo y de la Bibiloteca
Nacional se transformaron en algo diariamente necesario. En una de esas salas de trabajo, el profesor de Español, Mario Alarcon Berney me presentó a Alejandro Pizarro. El coincidente interés por la historia y la preocupación por los problemas de divulgación cultural histórica seguramente ayudaron a que se estableciera entre nosotros una fluida comunicación y una sincera amistad. Naturalmente, en nuestras conversaciones fueron abordándose temas de muy distinta naturaleza, donde no era raro que a veces nos atropellarámos al hablar.
Rápidamente me dí cuenta que Alejandro tenia una inteligencia clara unida a una mente rápida y una gran sensibilidad humana y artistica. Su conocimiento de la historia nacional y regional sobrepasaba claramente el nivel que uno podia esperar de un profesor dedicado a enseñar estas materias. Desde luego, este juicio debe examinarse a la luz de la época de su vida en que yo lo conoci. él era una persona formada, experimentada y en plena madurez intelectual, finalizando su libro acerca de Lebu, además su obra más importante.
Las conversaciones con Alejandro fueron principalmente al interior de de la Biblioteca Nacional de Santiago, cafés y locales del centro santiaguino y también su casa en Conchali. En Concepción nos reunimos brevemente una vez que se hallaba de paso.
Recuerdo que reia cuando frente a una carta de vinos yo me detenia en el Tarapacá ex - Zavala, él cual también él apreciaba, entre otros. Es que en nuestras reuniones, al menos hasta cuando su salud se lo permitió, compartimos un buen vino más tinto que la sangre iluminada en una noche de luna llena. Alejandro tenia muy buen humor y una actitud optimista frente a la vida. Y era grato escuchar las anécdotas que recordaba y hacia presentes en nuestras conversaciones. En una ocasión me relató que durante la Primera Guerra Mundial, en algún lugar de la costa de Chile, en un dia con bastante niebla un buque de guerra alemán fue sorprendido por un buque de guerra chileno que exigió identificación. Las señales o el sistema de comunicación del buque alemán respondieron inmediatamentemientras huia diciendo:"Soy el Caleuche". La consulta de la prensa nacional, local y sus diversas lecturas, le proporcionaban un arsenal de conocimientos de cuestiones de detalle que sabia administrar con mucho acierto. Generoso con su conocimiento, Alejandro no dudó un instante en ayudarme cuando redactaba mi tesis de postgrado. El hecho de que él hubiera vivido los dias de la II Guerra Mundial en Chile, significaba para mi un testimonio abierto de diversos fenómenos que me habia propuesto investigar. En esa época yo historiaba las reacciones chilenas frente al espionaje alemán realizado en nuestro pais con ocasión de la Guerra Mundial. No fue sencillo reconstruir la nomina de agentes de inteligencia y colaboradores que en aquella época reunian información acerca de embarques de materias primas estratégicas desde Chile hacia los EEUU. Alejandro habia conocido a uno de ellos: Guillermo Gómez Rosenfeldt o Roosevelt, quien nada menos era Prefecto de la Policia Civil en Valparaiso cuando recibia 100 dolares mensuales por colaborar con la inteligencia alemana. La información de Alejandro me sirvió para contrastarla con la proveniente de la historiografia norteamericana de os años ochenta, la cual también había identificado al policia involucrado en esas tareas durante el conflicto.
Durante su juventud, Alejandro Pizarro habia mostrado también simpatias por el nacionalismo chileno y por diversos aspectos de la cultura alemana. Lo primero lo expresó, entre otras formas, a través, de su admiración por el ex presidente Carlos Ibañez del Campo (1927-31 y 1952-58), a quien conoció personalmente. Lo segundo lo transmitia en su agrado por la música de Wagner. Recuerdo que en una ocasión, a propósito del tema musical Badenweiler, me explicaba que sólo era tocado con ocasión del cumpleaños del Fuhrer. A propósito de la Alemania Nacionalsocialista, Alejandro, cuando era joven, estando convaleciente de una enfermedad en el hospital, se emocionó hasta las lágrimas al enterarse de la derrota militar del tercer reich. Naturalmente su simpatia por Alemania trascendia el momento politico y ciertamente no tenia nada que ver con los excesos del nacionalsocialismo alemán y sus persecuciones a los judios, los socialdemócratas etc.
Alguna vez miró con simpatia el accionar del caudillo nacionalsocialista chileno Jorge González von Marées, quien evolucionó hacia el socialismo en 1939 y hacia el liberalismo en los años cincuenta. Pero la sensibilidad de Alejandro no siguió las aguas del lider nacista.
No conozco mucho de sus simpatias por Ibañez. Historiografió a personas cercanas al caudillo. Pero parece no haber desarrollado un especial interés por don Carlos. Hasta donde conozco no tuvo un particular interés en ese tema.
Alejandro era idealista. Cuando lo conoci el pais se hallaba bajo el gobierno militar. Y él más bien tenia en mente un ideal de sociedad muy cercana al comunismo, por cierto, sin los excesos genocidas de estalinismo o cualquiera otra cosa que se le pareciera. Nuestro amigo era tolerante. Un hombre convencido de lo importante que era la influencia del Estado en la sociedad nacional. No puedo precisar cuantas semanas antes de fallecer lo vi por última vez. Fue en el aeropuerto de Carriel Sur. Nos cruzamos en la losa del aeropuerto. Yo iba hacia Punta Arenas. Él llegaba a Concepción para dirigirse a Lebu. Fue una tremenda alegria. Nos abrazamos, saludamos y nos deseamos suerte en nuestras respectivas tareas. Entonces yo ignoraba que seria la última vez que nos veiamos. El tiempo ha transcurrido y hoy siento que através de este modesto homenaje de alguna forma estamos cumpliendo un proposito efectivo y acádemico con quien tanto entregó a la historia regional.
Que se escuche fuerte este testimonio en su Lebu Natal
Alejandro Pizarro Soto. No te hemos olvidado
He dicho.

(1) En toda esta introducción, salvo indicación en contrario, la información principal fue proporcionada por Rodrigo Verdugo Pizarro y Patricia Pizarro Silva.

(2) Información proporcionada por Zinnia Nuñez Pincheira y Zinnia Ollier Núñez.

Publicado en Revista Cultural "El Bote"n , 35, Febrero, 2007. Lebu.

domingo, 3 de octubre de 2010

DIA INTERNACIONAL DEL LIBRO UNA PEQUEÑA REFLEXIÓN


Se celebra una vez más como cada 23 de abril el Dia Mundial del Libro y del Derecho de autor y, como tal, es una ocasión para reflexionar aunque sea muy brevemente sobre el valor trascendental y lo que significa el libro en la vida de cada uno de nosotros. En mi caso, por haber sido hija del historiador Alejandro Pizaro Soto, mi contacto con los libros data casi desde mis primeros años de vida, no por el hecho de leerlos, sino por estar rodeada de ellos. Recuerdo unos inmensos estantes y repisas atiborradas de libros, de papeles y documentos históricos: recuerdo el aroma a libro, a biblioteca que siempre he exaltado a lo largo de toda mi vida. Luego con el paso de los años empecé a recorrer la biblioteca de mi padre y a darme cuenta de que él no compraba libros o los coleccionaba sólo para adornar la casa, al contrario todos esos libros habian sido leidos, o releídos innumerables veces. Estoy segura que si abria cualquiera de ellos en una determinada página, mi padre sabia exactamente lo que alli decia. Me llamaba poderosamente la atención como alguen le asignaba tanta importancia y dedicación a ese algo que es un libro y empecé a darme cuenta que tenian un sentido total en la vida de algunas personas. Desde ese tiempo comencé a distinguir entre quienes eran lectores y quienes eran escritores; entre quienes ocasionalmente o casi siempre leian un libro y quienes dedicaban por completo su vida a escribirlos. Como digo, esa diferencia la distingui muy temprano, ya que haber crecido en ese ambiente me permitió también conocer aunque sea de lejos a muchos escritores e intelectuales. Es más, gracias al hecho concreto de que mi padre instalara una libreria en la calle San Diego 119, en esa clásica galeria de dos pisos de venta y compra de libros, fue que llegaron alguna vez poetas como Pablo de Rokha, Enrique Lihn, Gonzalo Rojas, Alfonso Calderón, Carlos Ruiz Tagle, Eduardo Anguita, Roque Esteban Scarpa, y también sus amigos historiadores: Hernán Rodriguez Villegas (quien restauró La Moneda) y yo escuchaba los dialogos acerca de literatura, politica, religión, pero también escuchaba las risas y muchas veces también vociferaciones de cada uno de ellos. No faltaba quienes se olvidaban del tiempo y se quedaban mañanas y tardes enteras conversando. Muchas veces mandaban a comprar pan con cecinas y una botella de vino para animar más aún la conversación y a la semana volvian celebrando dicho encuentro, porque en él habian dilucidado cosas claves ya sea para la investigación que estaban realizando o porque esta los habia motivado para abordar otras. Empecé a sentirme atraida por ese tipo de conversaciones y casi todo el tiempo le pedia a mi padre que me llevara a la libreria, donde por cierto también tuve amigos de mi edad de entonces: Astrid Bobadilla, hija de Carmen Bobadilla, quien junto a su esposo tenian otra libreria casi al lado de la de mi padre; Octavio Rivano, hijo del librero y dramaturgo Luis Rivano, y con ellos jugabamos a que teniamos nuestra propia libreria, cada uno aportaba libros de las librerias de sus padres y asi, dias enteros pasábamos jugando entre los libros, viendo entrar y salir a todos esos escritores e intelectuales, dias felices de una plenitud única, donde también soñabamos y aspirábamos a ser también grandes escritores y a llegar a hablar y a discutir como ellos, porque ellos se habian transformado en modelos para nosotros, en idolos tal vez.
Yo empecé a sentirme atraida por ese maravilloso mundo de la creación y de las ideas y a entender en forma cabal como existian estos seres de un alma distinta que consagraban su vida a la literatura. Felizmente pasé largas temporadas con mi padre, y observaba como él vivia la vida con una intensidad distinta, como se apasionaba cuando encontraba tal o cual libro imposible de conseguir y me parecia a veces tan uniforme y vacia la vida de las otras personas, en comparación con el júbilo con que estos otros seres vivian; pero también, por cierto el dolor y la soledad que conllevan como precio. Esta corta y emotiva introducción es para enmarcar esta breve reflexión, ya que el libro condiciona y cultiva una forma distinta de ser en cada uno de nosotros. Si nos proponemos como padres incentivar el hábito de la lectura en nuestros hijos, estaremos fortaleciendo y despertando potencialidades intelectuales que luego se verán reflejadas en el paso por el colegio, por la universidad etc, además de ampliar y enriquecer una visión de mundo que será crucial para la autoaformación de ellos, porque del solo acto de leer deriva todo un acervo cultural que nos situa en niveles cada vez más altos. Toda una vida no basta para conocer y estudiar o asimilar la gran cantidad de conocimiento que existe, pero si podemos entender aunque sea medianamente algo de lo que nos rodea. Eso está contenido en cada libro, partiendo por supuesto por el libro de todos los tiempos "La Biblia", hasta la edición más modesta de aquella novela o cuento que nos haya impactado alguna vez. Se dice que El Quijote de La Mancha enloqueció por leer tantas novelas de caballeria, pero que hermosa locura aquella y que válida en esta hora en que el excesivo sentido común y el materialismo acechan nuestas vidas. El libro como tal nos ha acompañado desde siempre, antes que se inventara la radio, la televisión y el internet, era muy extraño haber entrado a cualquier casa y no haberse encontrado con una biblioteca en su interior. La historia de la humanidad se ha apoyado en los libros, se ha transmitido y organizado en un libro, todo conocimiento de la vida, proviene es cierto de la experiencia directa que de ella podemos obtener, pero también es muy cierto que proviene de nuestras lecturas. Sin la invención de la imprenta casi todo el conocimiento no se hubiese universalizado, por lo que ya el libro ha pasado a convertirse en algo insustituible para nosotros. No creo que llegue el momento en que el libro, como cultura fisica, como objeto desaparezca. Aún recorremos librerias de viejos a pesar de toda la invasión tecnológica y virtual, aún tomamos un libro como una ceremonia vital: abrimos sus páginas, aún buscamos esas primeras ediciones, aún todos los domingos en la feria compramos un libro para aumentar la biblioteca familiar, y cualquier dia domingo por la tarde, abrimos uno y nos adentramos en esos mundos distintos. ! Feliz dia mundial del libro y del derecho de autor!.

Publicado en Revista Cultural "El Bote", n 69, Abril -Mayo , 2010, Lebu.

LA CREACIÓN DEL TELEGRAFO EN LEBU

En el umbral del bicentenario, Lebu rescata parte de su historia local, destacando hechos que tuvieron que ver con el próspero desarrollo de la ciudad en sus primeros años de vida.
Al sumergirnos en los lejanos dias de 1874, nos encontramos con un sinnúmero de crónicas publicadas en el periódico "El Picaflor", diario local impreso en Lebu, el cual destaca en una de sus columnas: "Adelantos de nuestro pueblo a tan sólo doce años de su fundación" y "Lebu un pueblo que se levanta tempranamente", agregando "A la conquista del progreso Lebu ya tiene telégrafo", estas noticias aparecian en el mes de marzo de 1874.
En sus primeros intentos un grupo de entusiastas y decididos vecinos toman esta iniciativa hacia el año 2871, para lo cual comienzan reuniendo tres mil pesos, gestíon en que destaca la participación de don Gregorio Urrutia, hombre de gran generosidad, que fue un incansable luchador por el bién público. Sin embargo los primeros intentos de esta construcción resultaron infructuosos, pues los materiales resultaron no ser óptimos, modificando el proceso de construcción una y otra vez. Hubo que sortear entonces impredecibles e incomprensibles inconvenientes, pero los esperanzados vecinos continuaron buscando nuevos recursos para esta anhelada construcción. Lebu ve asi cada vez más cercana la posibilidad de optimizar este servicio, en trabajos que fueron mejorando gracias a la solidaria unión y el aporte desinteresado de estos antiguos habitantes. De las más increibles formas estos visionarios hombres se habían organizado decidido a ganar lo que ellos denominaron un sueño para la naciente ciudad. La crónica del diario "El Picaflor", continua diciendo: " Se suma a esta campaña el nuevo gobernador por el departamento de Lebu señor José Galo Bastidas, destinando nuevos recursos para esta campaña". Crecía el entusiasmo y la tarea continuaba. Cada vez se hacia más necesaria la creación de este medio rápido y eficaz como era el telégrafo. Por esos dias la oficina de correos no daba abasto con la gran cantidad de cartas recibidas y que se publicaban en extensas listas sobrantes. A estas alturas Lebu ya tenia un fluido comercio, por lo que el flujo de la correspondencia se acrecentaba. La creación del telégrafo vino a mejorar considerablemente el movimiento comercial de la época.
Don Benjamin Vicuña Mackenna quien por aquellos dias Intendente de la ciudad de Santiago, expresa un elogioso reconocimiento al próspero desarrollo de la ciudad de Lebu, afirmando que dicha prosperidad era solamente sinónimo de la fortaleza de un gran pueblo, expresiones que quedaron registradas en el parlamento de aquellos años. Cabe recordar que la hermosa fuente ubicada en nuestra plaza principal fue obsequiada por este importante servidor publico, visionario politico y además uno de nuestros más brillantes historiadores, autor entre otras obras de: "El libro del cobre y del carbón de piedra en Chile", de 1883. La creación del telégrafo en Lebu vino a triplicar el gran movimiento comercial de la época. De hecho muchos llamaron a este perodo la "Belle Epoque" de Lebu.
Sin embargo vemos que a partir de 1871 hasta 1874, transcurren tres dificiles años, desde que este grupo de esforzados vecinos comenzó la dificil cruzada. Se suman a ellos los escasos medios y el dificil clima que por aquellos años variaba en forma tan brusca, que daba paso en forma repentina al crudo invierno que se dejaba caer en forma temprana a partir del mes de abril. Este era seguido ppor las torrenciales lluvias y los temidos temporales que arrojaba postes y cables al suelo una y otra vez. Pero las inclemencias del tiempo no fueron obstáculos para seguir la atrasada tarea y a pesar de que estos trabajos fueron realizados a pulso y sin ningún tipo de tecnologia, sacrificando horas de descanso tras grandes jornadas de trabajo, los esperanzados vecinos se vovian a poner de pie, desafiando toda suerte de inconvenientes, que aparecian a cada instante. Todos estos hechos nos invitan a reflexionar sobre los dificiles dias de aquella época.
Esta vez quise rescatar estos sucesos protagonizados una vez más por nuestros antepasados que en su mayoria fueron luchadores y valientes hombres, dándoles un merecido reconocimiento a través de esta articulo que escribo en calidad de homenaje.
El 21 de marzo de 1874 se da por iniciado el normal uso del telégrafo en Lebu. La cronica del periódico "El Picaflor" de Lebu, con fecha 28 de marzo de 1874, publica entre sus páginas la importante inauguración del telégrafo. Alli textualmente se lee lo sgte: "Hoy a las tres tuvo lugar en la Municipalidad de Lebu, la inauguración y bendición del telégrafo en medio de una solemne ceremonia, con salvas y repiques de campanas. En dependencias de dicha Municipalidad, se brindó por la creación del telégrafo, oportunidad en que sirvieron de padrinos don Matias Rioseco y don Gregorio Urrutia. Madrinas fueron las distinguidas damas de Lebu, señoras Amalia Cuevas de Erreros y Lina Barbosa de Urrutia". Está línea telegráfica será de gran significación para los pueblos fronterizos. En Lebu se abria asi una importante via para el naciente y fluido comercio que vio en la creación del telégrafo, tiempos de gran prosperidad para la provincia y sus alrededores.
La cronica termina diciendo: "Este importante paso que ha dado la ciudad ha venido acompañado de un fuerte temblor, que sacudió en forma violenta a nuestro pueblo" ¿Debió ser acaso este temblor un motivo para aquel primer telegrama?.

Publicado en la Revista Cultural "El Bote" n 66, Diciembre, 2009. Lebu