PP: Tù me
aclaras algo, como buen historiador, yo te quiero preguntar, tengo
entendido que estos cañones, iban a ser
destinados al Palacio Presidencial del cerro Castillo, que estaba en
construcción en esa época.
RH: Claro, y
llegaron a Valparaiso para eso,
PP: ¿Ese fue
entonces el objetivo?.
RH: Pero
allá no se pudieron instalar, porque el espacio es poco, el poco espacio que
había y que sigue habiendo es para estacionar autos y cosas así, no no venían
para ese espacio, el arquitecto que era
Vicente Koluvich, no quiso incorporar los cañones ahí porque no eran adecuados
para la arquitectura de esa pequeña superficie para hacer un palacio
presidencial, entonces quedaron ahí los cañones en Valparaiso guardados y en
seguida cuando nombraron Intendente de Ministro del Interior a mi padre, ahí
llegó un día don Manuel Suazo, apareció como a las ocho de la mañana en la casa
de Santiago de mi padre, en la avenida San Luis, y llegó con dos camiones, un
cañón arriba de cada camión, como regalo, para que los pusiera en el ante jardín
que era bastante grande de una quinta ahí, así ya con los hechos consumados se
fue con los cañones para La Moneda, los bajo ahí, instalo unas bases para
ponerlos y claro les pusò una inscripción donde decía “Homenaje del pueblo de
Lebu al Supremo Gobierno”. Con el bombardeo a la Moneda, ya además que estaban
muy viejas esas maderas.
PP: ¿Las
cureñas desaparecen?
RH: Se
hicieron nuevas bases, pero no se puso la inscripción, que estaba tallada en
las bases de los otros, ahora yo después les pedí, hable con monumentos
nacionales en fin que se yo, incluso ahí un par de oficios donde se le pedía al
Gobierno que se restableciera eso, el Instituto de Conmemoraciòn Histórica
también, pero no hicieron caso.
PP: Mira, yo
tengo un documento, Raúl, que se lo envía Hernan Rodriguez Villegas, el
arquitecto y restaurador de La Moneda, cuando mi padre estuvo investigando como
investigador iconográfico del Museo Histórico Nacional, y él hizo muchas
gestiones, por lo mismo que tú me dices, para que estas cureñas lleven
nuevamente la inscripción que corresponde a Lebu, y la persona encargada del
Palacio de La Moneda, le dice: “pero que esto va a parecer un cementerio de
placas, no se puede”,
RH: Claro,
faltaba interés
PP: Claro,
pero que son traídos de Lebu, son traídos de Lebu y ahí está digamos el
testimonio histórico.
RH: Son
donados por el pueblo de Lebu, al Gobierno de ese momento, o sea al Gobierno de
Chile, que en ese momento estaba muy agradecido por lo que se había hecho, se
había hecho ese puente, se había establecido el ferrocarril, en fin una serie
de obras que en el fondo fueron las que hizo mi padre allá, y que el Presidente
de la República, fue bien dispuesto y muy generoso con Lebu, digamos para con
todas estas cosas, y con la provincia en general.
PP: Si
RH: Entonces
en un almuerzo que hubo de todo el pueblo, ahí se acordó, donar estos dos
cañones, porque eran cuatro cañones, dos para ponerlos en la Plaza y dos donarlos
entonces al nuevo palacio presidencial del cerro Castillo, y eso era lo que hablábamos recién, que no
pudieron ser incorporados, y finalmente llegaron igual a La Moneda, pero en
Santiago.
PP: Claro.
Volviendo un poco a las quintas estas, maravillosas, que la verdad es que fue
todo un hito, fueron tremendamente importantes y famosas además, porque todo el
mundo nombraba “El Rosal”, era como lo máximo, cierto, era bellísimo, era como
casi idílico ese lugar, así decía mi abuela, no.
RH: Claro
esa eran las quintas de mi abuelo materno, no.
PP: ¿Claro,
bueno esto después se termina porque desaparece la familia?
RH: Claro,
falleció mi abuelo, después se quedó mi tío Juan con eso, después se vendió, en
fin no y Lebu fue desmantelándole en general de gente, de todo, ahora yo una
vez escribí un articulo en el Diario, no me acuerdo en cual allá en el sur,
donde digo que los Hanne fueron todos chancleteros, tuvieron puras mujeres,
entonces se perdió el apellido.
PP: Claro,
también
RH: Entonces
mi abuelo tuvo once hijos, de los cuales, están ocho mujeres, dos murieron
muchachos, digamos y el que quedó fue mi tío Juan, el mayor, ese se quedó en
Lebu y a su vez tuvo tres mujeres no mas de hijas, entonces ahí desapareció los
Hanne,
PP: La
compañía de vapores “Juan Hanne”, que quedaba en Rioseco s/n.
RH: Ese era
mi tío, hermano de mi padre.
PP: ¿Y eso
quedaba en Rioseco, donde termina la calle, ahí digamos bordeando el río?
RH: Exacto,
incluso yo alcancé a navegar en el último barco, pero también eso desapareció
por el ferrocarril, porque antes todas las mercaderías llegaban por mar a Lebu
y de ahí se mandaban a Cañete y para adentro, pero ya con el ferrocarril,
empezaron a llegar por ferrocarril.
PP: Por vía
terrestre, claro.
RH: Y era ya
muy escaso entonces después el transito vía marítimo.Y se terminó cuando hubo
una disposicion de que los barcos tenían que llevar medico a bordo, entonces un
barco que tenia tres tripulantes, no tenían, no podían llevar a nadie, no tenia
tampoco interés la empresa, te fijas, entonces ese barco ahí se quedó por
muchos años varado al lado del río, hasta que con el tiempo se oxido y
desapareció eso.
Publicado en Revista Cultural "El Bote" n 99, Mayo, 2013, Lebu.
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