domingo, 22 de marzo de 2009

PEQUEÑO HOMENAJE A MI PADRE JOSÈ ALEJANDRO PIZARRO SOTO A DIEZ AÑOS DE SU MUERTE


 



La sensación que me invade al recorrer la vida de mi padre es la enorme transmisión de energia donde irrumpe la huella ancestral que existió y seguirá entre mi padre y Lebu. Y esto es algo que ha comenzado a tener el mismo valor para mi porque para muchos hablar de mi padre es hablar también de Lebu y hablar de Lebu también es volver a tener presente la memoria de mi padre y el entorno de su obra que nunca será olvidada.
Su vida entera en alma y en cuerpo pasó dejando su huella en cada rincón, los mismos en los que se escondia en su infancia jugando con los personajes de la historia, entre los recovecos del viejo muelle y de los rincones diseñados por la naturaleza entre los follajes de los bosques a espaldas de su casa en Bocalebu. Juegos que mi padre recordaba, de sus aventuras junto a su perro, juegos de piratas y bucaneros que comienza su aventurado espíritu, producto de las lyendas que contaban los viejos marinos que solian ir al muelle a tomar el sol del mediodia. Ese mismo terruño que un dçia 3 de marzo de 1923 lo vio nacer y hoy vuelve a abrir sus brazos para acogerlo en su eterno descanso.
En el ejemplo infatigable de su amor por Lebu, nos ha dejado su obra, fruto del indudable amor por su tierra, esta tierra que lo vio nacer, que lo seguirá recordando como el incansable buscador de tesoros, de historias olvidadas, como aquellas lejanas inscripciones que las mareas y el viento terminaron por borrar. En este pequeño homenaje vale recordar el constante y desinteresado apoyo que diera a mi padre la fraternal amistad de René Tito Rojas quien pra mí es el gran gestor de la difusión de esta importante investigación que nos representa dando identidad ilustre a la ciudad de Lebu, además del valioso aporte de tantos amigos y colaboradores. Porque este es un legado para Lebu, especialmente para los niños hijos de mineros y pescadores.
La huella del tiempo seguirá su camino pero la huella de la memoria se detendrá para siempre al rescate de los lejanos y felices días junto a mi papá y un grupo grande formado por Manuel Salgado y Fresia, su esposa y todas sus hijas, especialmente Miriam y Sandra con quienes éramos más o menos de la misma edad.
Recuerdo los paseos en la lancha que capitaneaba don Atilio Neira, por esos años en que saliamos a altamar, en medio de la euforia y los gritos de mi papá que trataba de imponerse por sobre el ruido del motor. Alli nos daba verdaderas clases de historia sobre las embarcaciones hundidas con detalles que nos sorprendian, en medio de la emoción de aquel oleaje. Me acuerdo además de la elocuencia de sus palabras que hacian tan verídicos los relatos, sobre todo aquel que recordaba por allá por 1910 sobre un antiguo familiar que había desaparecido en su lancha. Su nombre era "Aurelio Soto". Según mi padre fue hermano de mi abuela. No se supo jamás de él ni de su lancha.
Otra pequeña anécdota de esta historia era que el diario "Picaflor", de Lebu, publicaba la noticia comentando que este pescador habia dejado con llave a su señora cosa que hacía siempre cuando se iba al mar, y al parecer la encontraron después de muchos días.
Tanto bagaje de conocimientos acerca de los hechos que en cada rincón de Lebu se produjeron. Esas cabalgatas las llamábamos "Descubriendo la historia" . Muchas veces fuimos acompañados por la "Chelita Múller", quien disfrustaba mucho con el entusiasmo de mi papá. Su espríritu inquieto y aventurero indudablemente ha dejado también su huella por cada uno de estos tramos en que recorrimos para escucharlo y seguir aprendiendo. Muchos lo recordarán como amigo de sus amigos y ferviente amante de su tierra.
Mi padre fue un hombre que también se equivocó muchas veces perosiempre lo vi como un hombre bueno, sensible, soñador.

Publicado en Revista Cultural "El Bote", n 55, Noviembre, 2008, Lebu.

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