domingo, 20 de noviembre de 2011

NAVIDADES Y AÑO NUEVO


Las fiestas de fin de año, Navidad y Año nuevo, las celebrábamos con mi familia como lo hace el resto de los chilenos. Nos reuníamos esa noche en casa y a regañadientes los menores nos acostábamos temprano. A las doce de la noche, cuando recién habíamos pegado los ojos, nos despertaban para decirnos que había pasado el Viejo Pascuero. Ahí saltábamos de la cama y corríamos al árbol para abrir los vistosos paquetes que contenían muñecas y otros juguetes de niñas.
Para mi era particularmente intrigante el hecho de que no podíamos ver al Viejo Pascuero. Recuerdo que mis padres eran muy terminantes en eso. Si estábamos levantadas, el buen hombre de la larga barba y el traje rojo, pasaría de largo y no tendríamos regalos. Por mas esfuerzos que hacíamos con mis hermanos, nunca conseguimos mantenernos despiertas para ver la llegada del hombre fantástico que tan generosamente repartía regalos entre los niños.
Yo tenia muchas preguntas, que le hacia a mi mama y también a mi padre. Me intrigaba por ejemplo, de donde sacaría el dinero para comprar tantos regalos que repartía por toda la ciudad. Mas aun cuando supe que repartía obsequios a TODOS los niños del mundo. Debe ser un hombre muy rico, me acuerdo que le dije a mi mama. Ella rió y me dio una explicaciòn que no me aclaro para nada la situación. Al contrario, me dejo mas confundida. Me contó que los papas le enviaban dinero que reunían durante el año junto con la lista de regalos y que el los fabricaba en su casa del Polo Norte, donde lo ayudaba un batallon de enanitos, duendes y hadas, que trababajaban intensamente para cumplir con todos.
Cuando recuerdo aquellas navidades, no puedo evitar emocionarme y me imagino que lo mismo le ocurre a todo el mundo. La ilusión de los pequeños es algo tan valioso, que deberíamos mantenerla lo mas posible. Cuando se ha tenido una infancia feliz, con buenos recuerdos, particularmente de la Navidad y el Año Nuevo, tendrá muy posiblemente una vida adulta equilibrada y rica espiritualmente y lo mas probable es que transmita estas vivencias a sus hijos. De esta manera, creo yo, se van formando las familias fuertes, unidas y estables. Lo del Año Nuevo, es otro cuento. Lo normal es que llegaran de visita  los tíos y tías y juntos esperábamos las doce y todos se daban muchos abrazos. La verdad es que para los niños no era muy entretenido lo del Año Nuevo. Era una fiesta para mayores y nos permitían estar solo hasta determinada hora. Después, todos los niños a la cama, donde luego de darnos muchas vueltas, nos quedabamos dormidos escuchando el bullicio que hacían los grandes en medio de risas y brindis por el año nuevo que ya llegaba. Cuando daban las doce de la noche, el ruido aumentaba y la algabaria se apoderaba de la gente por el nuevo año. Me acuerdo que mi padre se asomaba a nuestro dormitorio a ver si estábamos despiertas. A veces era así y entonces entraba y nos daba un gran abrazo a ambas. Después llegaba mi madre y después de este instante especial, continuábamos con nuestro sueño. Mientras, ellos volvían al baile que ya estaba en pleno desarrollo.
Estas fiestas marcaban el inicio de otra época esperada. Las vacaciones. Empezaban entonces los paseos a la playa o al campo, donde los días comenzaban a ser muy entretenidos. El animo de los mayores mejoraba y en general todo el mundo estaba como de buen humor y toleraba mejor las travesuras de los niños que no podían mas de energía desbordante. Se planeaban las salidas y se preparaban, entonces, los traje baños y todos los implementos de uso común en estas actividades; pero de esa época comentaremos otro día.    
  
Publicado en la Revista Cultural "El Bote", n 74, Diciembre, 2010, Lebu.

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