miércoles, 4 de marzo de 2009

EVOCACION DE LOS CAÑONES

Patricia Pizarro Silva y Fernando Besárez
Con el propósito de reforzar los fuertes de los puertos de Chile, el virrey Amat y Junient , encarga a Johanness Espinossa en el año 1772, la fundición de cuatro cañones de bronce de tres metros de largo en cuyo relieve va acuñado el escudo de España, flanqueado por un circulo de delfines. Procedentes de la ciudad de Lima, Perú, estos cañones llegan a Chile para desempeñar una importante participación durante la guerra de la independencia, sirviendo en la defensa y resguardo del puerto de Lebu, en esos momentos un importante productor carbonifero según relata el historiador José Alejandro Pizarro Soto, quién además agrega que estos cañones cumplieron un papel crucial cuando se libraban las campañas para someter a la araucanía, durante el año 1886 siendo la gran defensa presente en medio de estos históricos episodios. Posteriormente son modernizados en la maestranza militar de Limache, cerrando asi un memorable ciclo ligado a las raíces de nuestro Lebu. Durante el año 1913 se efectuó una importante remodelación en la plaza de armas de Lebu, ocasión en que los cuatro cañones se instalan en el lugar y pasan a ornamentar la nueva imagen de dicha plaza, ocupando sus cuatro esquinas con sus respectivos nombres grabados: El relámpago, El furioso, El rayo y Marte. Por ese entonces la familia Pizarro comenzaba a ser testigo ocular del desarrollo histórico del pueblo. Vale recordar que Ramon Pizarro miraba desde el salón de su casa el hermoso paisaje de la plaza de armas de Lebu, esto ocurria precisamente en 1913. En el año 1929 durante el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, la comunidad de Lebu a través del alcalde de entonces, el señor Aristides Cabrera, entrega un reconocimiento al hijo de Lebu don David Hermosilla Guerra (consistente en dos de estos cañones a saber "El relámpago" y "El furioso") por su nombramiento como ministro del interior. El señor Cabrera encarga esta importante gestión a su colaborador de confianza Don Manuel Suazo, de esta forma partiria la histórica donación que la ciudad de Lebu entrega como patrimonio de su pueblo, para lo cual se mando a confeccionar una hermosa placa de metal hecha sobre una igualmente hermosa cureña trabajada en la nativa madera de pellin en la que se podia leer la siguente inscripción: "El pueblo de Lebu a su excelencia el Presidente de la Republica", Indudablemente que la inscripción de la cureña dejaba en claro la procedencia de estos cañones, (vale recordar que dichos cañones en un primer momento habian sido designados para ubicarlos en el palacio presidencial del Cerro Castillo, en la ciudad de Viña del mar, cuando aún éste estaba en plena construcción y es David Hermosilla Guerra quien se encarga de ponerlos en el patio de honor del Palacio de la Moneda, que también en este mismo año presentaba una importante restauración). El historiador e hijo ilustre de Lebu, Alejandro Pizarro Soto, recordaba asi el suceso que le tocaba presenciar junto a sus padres por aquellos días, con una pequeña nota anecdótica: "Días previos a la partida de los cañones, un llamativo y enorme camión se vio circulando por las calles de Lebu. Este pertenecia a un famoso circo de la época, la noticia corria rápidamente por el pueblo y a las pocas horas ya rodeaban el colorido camión un gran número de niños que entusiastas esperaban ver abrirse las enormes puertas traseras del gigante vehiculo. Vale recordar, que por esa época la llegada del circo a Lebu, era todo un acontecimiento por lo que al cabo de algunas horas alguien se dio cuenta de esta situación y se encarga de explicar a los niños que el circo no vendría y que la presencia del camión del circo sólo correspondia a la protección de unos cañones históricos que habia que trasladar hasta un vapor, el que se los llevaria de Lebu y les propone cambiar la alegria del circo por un espíritu de aventura real, como por ejemplo escoltar los cañones junto al camión para ir a despedirlos al muelle fiscal.
Ya en un par e horas, los niños de Lebu eran protagonistas de esta historia, desde la plazoleta "Esmeralda", y seguido por grandes y pequeños iban los cañones rumbo al puerto. Nuevamente el historiador Jo´se Alejandro Pizarro Soto, un niño más entre tantos, ya en su infantil y privilegiada memoria habia comenzado a registrar recuerdos y emociones, ¿Debió ser acaso este su primer encuentro con la historia?. Es muy probable que así haya sido, puesto que desde muyniño, se desarrolla en él un entrañable amor por su pueblo, el que con los años lo convertiria en el autor del libro que ha dedajo asegurado el patriminio y la historia de la "Leufu-Mapu".
Los solemnes cañones, habian sido testigos del nacimiento del pueblo y sus forjadores y su partida fue una noticia triste, la que también vino a entristecer aún más los rostros de las personas de más edad que vieron en la partida de estos cañones, la historia de sus propias vidas, de sus propias familias, las que más de una vez se retrataron junto a ellos, en nostálgicos recuerdos familiares. Desde su casa en Boca Lebu, el pequeño José Alejandro, divisaba por el polvoriento camino las familiares carretas tiradas por bueyes, que se encaminaban rápidamente rumbo al muelle fiscal, todo el mundo aquel día se apresuró para estar presente en aquel lugar a la hora del zarpe, los grupos familiares eran formados en gran parte por expectantes y entusiastas niños que pasaban frente a las casas pertenecientes a la Compañia Carbonifera de Lebu, entre las que se encontraba la casa de su padre Don Abraham Pizarro, quien por esos días, ocupaba el cargo de contador de dicha empresa. Coches, carretas, personas a caballo, se dieron cita para ubicarse junto al muelle y en la playa, allí todos reunidos estaban para dar el último adiós a los queridos y familiares cañones. Quedaba en claro una vez más la desbordante generosidad de un pueblo que se involucra con su historia, en medio de un sentimiento sincero y fraterno, estas fueron impresiones recogidas de un cronista de la época. Osados marinos se encargan de la heroica hazaña para embarcar los cañones , muchos de los presentes levantaron sus pañuelos en medio del alboroto que ocasionaban los niños en medio de tal aventura que habia venido a cambiar un poco la habitual quietud del pueblo, todavia de la playa se podian observar los ilustres ciudadanos de bronce, que en medio de apretadas gargantas los vieron alejarse a bordo del vapor "Tirua", para luego perderse entre la espesa neblina que ya habia comenzado a cubrir la tarde.

Publicado en la Revista Cultural "El Bote", n 53, Septiembre, 2008, Lebu.

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