miércoles, 14 de mayo de 2014

FRESIA LARA: UN HOMENAJE A TU PARTIDA



Fresia Lara, aquella mujer integra que supo ser tambièn la madre de muchos de nosotros, ha partido hacia aquel viaje en donde seguramente nos va a seguir acompañando por la eternidad. Hoy siento la gran necesidad de recordar con profunda gratitud tu memoria. Fresia Lara fundò en Lebu una hermosisima y notable familia junto a su esposo Manuel Salgado Fritz y sus seis hijos: Miriam, Sandra, Fresia, Naty, Sabina, Alexis. Una familia que marcò el registro ejemplar de la cual muchos de nosotros fuimos integrados por el inmenso cariño desplegado en medio de la atmosfera de amor que en alguna medida tambien recibi personalmente, en mi epoca de juventud, cuando recien saliamos de la niñez y hoy recordar a Fresia en su partida siento partir a mi segunda madre pero al mismo tiempo el recuerdo de ese gran valor que nos legò hoy me sirve para comprender tantos de aquellos nobles principios que con su ejemplo a lo largo de nuestras vidas indudablemente nos ha servido tanto. Fresia, llevas el nombre de una flor, hermosa, transparente y pura como fue tu alma. Los mejores recuerdos de mi vida siempre estaran en Lebu, cuantos momentos felices en medio de tu familia, en el cielo seguiras sembrando flores y seguramente formaras un maravilloso jardin en el paraiso junto a Dios. Te doy gracias por tus manos de madre santa a nombre de todos aquellos que esperamos el pan, aquel que comiamos recièn amasado, en la casa de calle Rioseco junto al mercado, lugar que fuera propiedad de unas de las familias màs queridas e ilustres de nuestra querida ciudad de lebu.

A tu memoria Fresia, mujer inolvidable, mamita de mi corazòn, te dedico este fragmento del poema "La Mamadre" de Pablo Neruda, un poeta que tu junto a Manuel tanto admiraron y que tuvieron el privilegio de compartir con èl en Lebu    

"y eso fuiste: la vida te hizo pan
y allí te consumimos,
invierno largo a invierno desolado
con las goteras dentro
de la casa
y tu humildad ubicua
desgranando
el áspero
cereal de la pobreza
como si hubieras ido
repartiendo
un río de diamantes.

Ay mamá, ¿cómo pude
vivir sin recordarte
cada minuto mío?
No es posible. Yo llevo
tu Marverde en mi sangre,
el apellido
del pan que se reparte,
de aquellas
dulces manos
que cortaron del saco de la harina
los calzoncillos de mi infancia,
de la que cocinó, planchó, lavó,
sembró, calmó la fiebre,
y cuando todo estuvo hecho,
y ya podía
yo sostenerme con los pies seguros,
se fue, cumplida, oscura,
al pequeño ataúd
donde por primera vez estuvo ociosa
bajo la dura lluvia de Temuco. "


Publicado en Revista Cultural "El Bote", n 

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